lunes, diciembre 25, 2006

Buenos días, compañero.

"Las máquinas facilitan a menudo la vida diario, pero nunca llegarán a sustituir el trato humano.

Bajo a desayunar, pulso un botón en la máquina que ofrece descafeinado, torrefacto o tueste natural, con o sin leche, con o sin azúucar; o bien chocolate, poleo, manzanilla, tila. Compro cigarrillos en una máquina que me ofrece veinte etiquetas de negro o rubio, normal o "light"; me agradece que haya elegido mi marca preferida y se ofrece a hacerme un horóscopo. Bajo al metro para ir en busca de mi coche estacionado en un parking; no llevo monedas pero una máquina me cambia un verde, otra me suministra un billete, una tercera me franquea el paso. Llego al aparcamiento, recojo el cocche, introduzco mi ticket en una máquina y ya estoy en la calle. Me doy cunta de que mi auto está impresentable; en la primera esquina encuentro una máquina de lavado automático, indroduzco unas monedas en un dispositivo, y en tres minutos mi coche está impecable. Con una tarjeta de identificación abro la barrera de seguridad, la puerta del garaje, el ascensor que me lleva a mi despacho. Abro el periódico y leo que "hay que crear puestos de trabajo". Me acuerdo del camarero, la taquillera, el limpiabotas, el conserje, el botones. No estoy contra las máquinas; yo mismo he dictado este artículo a una de ellas - un ordenador con programa de reconocimiento de voz - y lo he mandado al taller por Internet porque han jubilado anticipadamente a mi secretaria, al motorista, al corredor de pruebas... Estoy deseando darle los buenos días a alguien."

Artículo extraído del Reader´s Digest Selecciones, marzo 1999.

No hay comentarios:

Publicar un comentario