lunes, julio 16, 2007

Vacaciones de ensueño

Bueno, segundo post de vacaciones.
La verdad es que debo confesar que aún parece que no han empezado las vacaciones de verdad porque llevo más tiempo de mal humor que de buen humor.
El primer día, cuando llegué a la isla vecina, tuve la gran suerte de que retrasaran mi vuelo para llegar a mi casa una hora y cuarto, algo que me sentó bastante bien teniendo en cuenta que no estaba nada cansada y tampoco tenía prisa por llegar, después de haber estado esperando ese momento durante días. Cuando por fin llegué a mi tierra, a mis padres se les ocurrió la idea de pasar por IKEA de camino a casa para mirar un sofá que llevan pensándose comprar meses y, si lo sé antes, de IKEA nada porque acabaron discutiendo y sin hablarse el resto del día, algo que me encantó.
Al llegar a casa ya iba con el morro medio puesto, por culpa de la chorrada del sofá y un asunto que no voy a contar, del que mis padres me habían hablado estando en Madrid y que, entrando en IKEA, me entero de que cambia de condiciones y eso sí que me molesta dado que me afecta y no me parece nada bien que se tome tan a la ligera... El caso es que ya iba un poco saturada cuando mi madre, la pobre toda ilusionada, me abre la puerta de mi cuarto y lo que veo me recuerda más a una apretada habitación de hotel que a mi cuarto. Todos los muebles que yo había colocado como yo quería que estuvieran (por una razón u otra) la última vez, cambiados, y en lugar de mi cama sólo, dos camas y pegadas. En ese momento creí que todo mi ser se ponía al rojo. Me dio mucha pena sentirme tan indignada cuando mi madre estaba tan contenta explicándome que lo había pueso así para que tuviera más espacio para dormir o poner mi ropa (que sabe que a veces la dejo tirada en una silla en lugar de guardarla en el armario) pero en seguida se me pasó tal sentimiento al recordar que estaba así colocado porque 24 horas antes esa habitación había sido utilizada por un matrimonio amigo que había estado pasando sus vacaciones en mi casa. Eso ya sí que me indignó puesto que yo tenía que aguantarme y prestar mi habitacióh ("porque tu cuarto es más bonito que el de tu hermano y está más acogedor") y fastidiarme si tenía cosas mías que no quería que nadie tocara o fastidiarme más aún si quería que los muebles siguieran en donde estaban porque no soporto la falta de espacio, me agobia. Y cuando entré y ví todo eso colocado así, que para pasar entre la cama y la cómoda casi tenía que ir de lado... ¡Joder! Que mi habitación es enorme, ya quisieran todos los críos tener un cuarto así, y que se ve más apretada que la Obregón, ¡coño! Me mordí la lengua pero no pude disimular el enfado que por momentos se iba haciendo más grande y, gracias a Dios, mi madre me dejó sola al ver cómo mi cara cambiaba de color. Yo traté de relajarme sacando el equipaje pero, al final, decidi que no me daba la gana aguantarme y cambié todo a mi gusto, con la considerable cara de pasmarote de mi madre que se quedó alucinando al ver que no escuchaba cómo me pedía que lo dejara.
Al final creo que se van a salir con la suya y me voy a quedar sin habitación en casa de mis padres porque ya estoy cansada de tener que pelearme por ella. Cuando la ocupo, trato de dejarla siempre lo mejor que puedo para que cuando vuelva a casa, me resulte lo más agradable posible ya que vengo deseando la intimidad de ese cuarto. Quizá debería hacer como mi hermano y cambiar el método, darle la vuelta, así puede que no me haga falta tanta pelea. Y más ahora cuando ya es mi madre la que empieza a echarme en cara que ese cuarto ya no es sólo mío. Probablemente tengan su razón pero yo no lo veo así, hasta que me canse y entonces pase olímpicamente de volver aqui. Tienen una casa de tres plantas y resulta que, o al menos eso me parece, ya me quieren echar sin echarme. Me llevan los demonios, en serio.
Más cosas buenas de mis vacaciones; ayer salimos a El Corte Inglés, horror. Claro, no va a haber mucha gente porque todo el mundo está en la playa. Y una mierda, media isla ahí dentro, nada agobiante entrar. Desde siempre he odioado a muerte las aglomeraciones de gente, me crecen los dientes cuando no hacen más que cruzarse personas con complejo de "jueves" (igual a "siempre tengo que estar en el puto medio") en mi camino. Pero como me entretengo mirando libros pues no le doy mucha importancia, no me apetece aguantarme si me cambia el humor. Y cuando salimos de ahí, nos vamos mis padres y yo a cenar a un sitio que no pisaba desde muy pequeña, la terraza de la Escuela Naútica. Pero la cosa se tuerce porque mi madre se pone en plan sargento y, entre ella y la camarera, consiguen que mi humor cambie. Y con mi humor cambiado y la "sensibilidad a flor de piel" de mi madre, que está así por culpa de mi hermano, especialista en desquiciar a mis padres, acabamos discutiendo y yo estoy a punto de largarme de la mesa, cogerme un taxi al aeropuerto y volverme a Madrid, lo juro por Dios. Ya no tengo por qué aguantar que se me digan chorradas y fantasmadas sin replicar, y más cuando se habla sin saber y por no querer entender bien las cosas. Menos mal que mi padre no tiene la "regla mental" y se da cuenta del gambazo que provoca que mi madre se tire a mi cuello como un tigre. Estoy flipando, la miro y tiene cara de tristeza, y a mi se me parte el alma verla así pero pienso que se está equivocando. Y ya no por el ritmo malinterpretado de la conversación sino por otras cosas que han pasado en estos últimos años y que ella ha conocido, en mi opinión, algo tarde. Que ya no es una jovencita y ya no puede decir algunas sandeces que sólo se escucha a las muchachas de veintipico. No quiero tener una madre "hembrista".
Y seguimos, porque aún queda; hoy, último día de vacaciones de mi hermano, ni se le ve el pelo. Mi madre le pide que llegue a comer y como si hablas con la pared, ni puto caso. Y a eso le sumo que mi padre me ha contado que, en los quince días que ha estado, sólo le ven cuando se levanta, algunas veces en la comida, y cuando vuelve a casa (si le da por llegar pronto) por la noche y les da un beso de buenas noches. ¿Cómo se puede ser tan subnormal? Pero no digo ni mú porque el muchacho es "el campeón del mundo" y no me apetece discutir. Me encanta sentir lo mucho que nuestra familia representa en su vida; una mierda. Y encima, cuando nos estamos vistiendo para llevarle, mi madre me pide que le de un poco de dinero que me deja en la mesa, como si fuera mío, porque sospecha que no tiene ni un euro para coger el autobús cuando llegue a Madrid. Y yo voy a hablar con él, en plan "angelito", y resulta que es cierto. El niño no tiene ni un duro y ni mucho menos idea de cómo va a llegar a su destino. Con eso ya no puedo porque yo sé lo que es pasar por eso y me puedo imaginar cómo se debe estar sintiendo, aunque tenga más cara que espalda y sea un niñato de primera categoría, es mi hermano y no puedo permitirlo. Y sin merecérselo, cuando llegamos al aeropuerto, voy corriendo al cajero y le doy el dinero de mi madre más el mío, aunque sea una miseria, suficiente para llegar y no más porque sería peor para él, tiene que aprender de una puta vez a ser un hombrecito, ya que tan listo es... Y ahora la gorda; mi hermano ha perdido el vuelo. Su avión salía a las cuatro y resulta que son las seis y media. El niño jura que tenía plaza para una hora más tarde pero la chica lo comprueba con su tarjeta de crédito y le dice que no, que su avión ha salido. Yo ya me pongo a silvar y a mi madre se le descompone la cara. Cuando preguntamos si se puede cambiar, la azafata de Spanair nos dice que si pagamos 138 € sí, que hay plaza en el siguiente vuelo, en primera. Y mi madre, dado que el niño no tiene ni un pavo, compra una plaza. Yo chitón, no me reconozco. ¿Cómo se puede ser tan irresponsable? Será que no me reconozco porque estoy tan alucinada que no puedo decir nada. Y mi madre se pone a discutir con él y el niño empieza a decir que él sacó la plaza para el último vuelo fijo, que ha sido un error de la compañía. Yo, harta de escucharles, les mando callar y, qué raro, me hacen caso. Y, para terminar, cuando nos vamos a la sala de espera, tengo que volver a escuchar las subnormaladas que escucho a menudo en mi trabajo, esta vez de boda del niño, que se debe de pensar que vivimos en los mundos de Yupi y que la vida real es como las películas. Pues vale, definitivamente soy gafe. Cuando se va, por fin (por mis padres, no por mi), mi madre me dice que seguramente ha hecho a posta lo de la hora porque ya es la segunda vez que intenta quedarse en casa para no marcharse. De camino al aparcamiento no puedo dejar de pensar que, por mucho que me duela, mi hermano va a terminar muy mal si no espabila, madura y empieza a vivir en el mundo real, o al menos el medio real. Está totalmente descerebrado.
Bonito, ¿no? Tengo la esperanza de que, a partir de mañana, las cosas cambien. De no ser así creo que me voy a marchar de vuelta antes de lo pensado o necesitaré unas vacaciones para superar estas vacaciones. Estoy bastante desanimada, sinceramente que se me ha borrado la estupenda visión de "¡qué suerte, vacaciones por fin!" que tenía.
Y ahora me voy a ir a leer el libro que he empezado esta mañana, que menos mal que me ha enganchado y me encanta. Y me voy también de puta madre, después de sentir que debo dar la apariencia de ser medio lela, o lela entera, y, nuevamente, discutir. En fin, qué le voy a hacer, esperemos que mañana sea otro día o me voy a plantear coserme la boca. Así no podré hablar de nada y seguro que, calladita, me lo paso mejor.

2 comentarios:

  1. Creo que esto que he escrito es lo peor que he hecho desde que empezó el blog. Jajaja! Ha sido en plan bruto y sin mirar si tenía sentido o no, pero necesitaba desahogarme, por eso espero que no os asustéis.

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  2. Aunque no te lo creas, me ha gustado, porque describe la vida real. Con ello te daras cuenta de que te vas haciendo mayor y la vida se ve bajo otro prisma, como decian mis padres, " YA TE ENTERARAS CUANDO TENGAS HIJOS".
    Un besazo de tu HERMANITA MAYOR y pasa, si es posible, unas muy felices vacaciones.
    Muack....

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